Reducir los estigmas en salud mental puede ayudar a prevenir una de las principales causas de muerte entre los jóvenes
En el tiempo que toma trasladarse de la casa al trabajo o del trabajo a la casa, ver un programa de televisión, o cualquier otra actividad cotidiana, una o más personas podrían estar tratando de quitarse la vida. En Colombia, se presenta, en promedio, un intento de suicidio cada 20 minutos, según datos reportados al Sistema de Vigilancia en Salud Pública. Algunas de estas cifras se convierten en dolorosas ausencias que dejan una herida abierta en miles de familias: 2.962 personas se suicidaron en el país en 2021, de acuerdo con información del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), 214 más que en 2020, un preocupante aumento cercano al 8%.
Los riesgos que conducen al suicidio y que se han exacerbado tras la pandemia, con frecuencia se ocultan bajo la sombra de estigmas que dificultan hablar sobre la salud mental. Efrén Martínez, doctor en psicología y escritor especializado, advierte la urgencia de poner esta realidad sobre la mesa. “Está pasando y está pasando en la gente más joven. Tenemos que hablar de esto y empezar a golpear con fuerza todos los mitos; especialmente el que dice que si hablamos de suicidio aumenta el riesgo. Eso ha hecho un gran daño. Hasta los profesionales de la salud a veces temen abordarlo con sus pacientes. Es necesario bajar el estigma y que la gente pueda levantar la mano”, sostiene.
El suicidio es una de las principales causas de muerte entre los jóvenes en Colombia. Más de la mitad de los casos de suicidio de 2021 se presentaron en menores de 30 años. Uno de cada 13 fallecimientos en menores de edad está asociado al suicidio. “La conducta suicida es un grave desenlace en salud mental relacionado con el debilitamiento de las redes de apoyo social, brechas sociales y económicas, violencia escolar, disfuncionalidad familiar, baja autoestima, depresión y consumo de alcohol”, explica el médico Jaime Urrego, viceministro de salud pública.
Cuando una persona que sufre opta por el suicidio, no está buscando la muerte en sí misma sino persiguiendo el deseo de dejar de sufrir, según reseña un informe del Ministerio de Salud y Protección Social sobre la prevención de este acto. En este sentido, Martínez resalta la importancia de comunicar emociones como la tristeza, la frustración o el miedo. “Cuando las personas hablan se dan cuenta que puede haber soluciones a los problemas que los afligen”, señala.
Desafiar el silencio pasa por encontrar espacios libres de prejuicios. Por esta razón, los expertos aconsejan cambiar expresiones como “no es para tanto”, o “no estés triste por eso”, por la disposición a escuchar y comprender los sentimientos del otro. “Si la gente que piensa que uno es un ‘bicho raro’ supiera el tormento que uno tiene en su cabeza, o los demonios con los que uno tiene que batallar, se lo tomaría en serio”, declara Carlos Sarria, de 43 años, diagnosticado con Trastorno Obsesivo Compulsivo y creador del podcast Diga Bueno, en el que hace pública su experiencia para tratar de combatir estigmas.
Los trastornos mentales son frecuentes no solo en Colombia. La Organización Mundial de la Salud estima que una de cada ocho personas en el mundo padece alguno de ellos. Las tasas se elevaron en un 25% durante el primer año de la pandemia, sumándose a los casi mil millones de personas que ya sufrían de algún trastorno mental. La ansiedad y la depresión son los más comunes, tanto en hombres como en mujeres.
Este panorama invita a tejer relaciones sólidas que no se limiten a las redes sociales. “Necesitamos cultivar relaciones más auténticas, reales, que nos permitan mostrarnos vulnerables porque eso es lo que hace que estemos realmente conectados”, destaca Efrén Martínez. “Las redes sociales son sumamente inauténticas. La gente sale con su mejor rostro, con su mejor pinta, con su mejor auto. Y todo el mundo dice ‘yo no tengo ese cuerpo, no tengo esa vida tan feliz’, sumado a una tiranía de la felicidad que impide mostrarse triste o cuando no está en el top de la iluminación. Eso hace un daño terrible, social y culturalmente”, subraya el especialista.
Las instituciones de educación también juegan un rol determinante en la protección de la salud mental. “Es importante que las nuevas generaciones puedan comprender cómo se manifiestan las enfermedades mentales y el mejor abordaje posible, incluyendo la reducción de estigmas. Cuando formamos a los estudiantes hacemos un cambio que facilita a la comunidad tener una visión distinta sobre la salud mental. Debemos usar un lenguaje claro que facilite entender de qué estamos hablando”, apunta Sandra Milena Toro, especialista en psiquiatría y jefe del departamento de salud mental de la facultad de Medicina de la Universidad de la Sabana de Bogotá.
Además de ser generalizados y costosos, los trastornos mentales están gravemente desatendidos, según el más reciente informe mundial sobre salud mental de la OMS. “En promedio, los países dedican menos del 2% de sus presupuestos de atención de salud a la salud mental. Casi la mitad de la población mundial vive en países en los que solo hay un psiquiatra por, al menos, cada 200 000 habitantes”, indica el documento. Colombia no escapa de esta realidad. Apenas el 1,8% del presupuesto total de la salud está destinado a la atención de la salud mental, por debajo del resto de los países de las Américas, de acuerdo con el atlas mundial de salud mental.
“Los colegios normalmente tienen una psicóloga para mil alumnos. Es necesario reforzar la orientación sobre prevención y la responsabilidad social en escuelas y colegios frente a la salud mental de los niños, niñas y adolescentes”, asegura Alba Lucía Reyes, madre del joven Sergio Urrego, quien decidió quitarse la vida a los 16 años, en 2014, tras ser víctima de discriminación por su orientación sexual en un colegio de Bogotá. Colombia es uno de los países con más casos de bullying a nivel mundial. La ONG Bullying sin Fronteras reportó 8.981 casos graves de matoneo entre 2020 y 2021.
Aunque el país cuenta con la Ley de Salud Mental que fue aprobada por el Congreso de la República en 2013 para garantizar una atención integral, esta luce más fuerte en el papel que en la práctica. Aún persisten retos en inversión, acceso y calidad. La Cámara de Representantes instaló recientemente una comisión permanente que tiene como primera tarea establecer los avances de la implementación de esta ley, casi diez años después de ser aprobada. Lograr verdaderos avances solo será posible poniendo la salud mental como una prioridad para evitar muertes prevenibles.
Fuente: El País