Los recuerdos no se crean únicamente por los hechos acontecidos, sino también por las respuestas fisiológicas que se producen durante alguna experiencia. De hecho, la intensidad y la relevancia emocional que se experimenta en determinada situación parecen ser los factores clave que explican por qué es posible rememorar a largo plazo.
En Psicología se define la memoria emocional como el aprendizaje, el almacenamiento y el recuerdo de eventos asociados con las respuestas fisiológicas de un momento específico. Se relaciona también con la recuperación de otras informaciones y detalles asociados con un evento concreto.
Sin embargo, «memoria emocional» es un concepto muy amplio cuyo uso varía en función del contexto; por ejemplo, el célebre pedagogo teatral Konstantin Stanislavski llamó “memoria afectiva” a una técnica de interpretación consistente en recordar eventos para evocar emociones determinadas.
De acuerdo con expertos, la memoria emocional puede ser uno de los aspectos nucleares de la identidad humana. Los recuerdos autobiográficos más vívidos suelen estar asociados a emociones muy intensas, sean positivas o negativas e incluso se ha planteado que recordamos el estado fisiológico en que nos encontrábamos en un momento dado más que los hechos en sí mismos.
Si bien parece que se trata de un concepto nuevo, desde la perspectiva evolucionista, la memoria cerebral tenía un rol fundamental porque aumentaba la capacidad de adaptación al entorno del ser humano, permitiendole reaccionar de forma rápida a situaciones que podían implicar un peligro para la supervivencia.
De hecho, las emociones pueden ser entendidas como los fundamentos de la motivación, aquello que nos predispone a querer alcanzar determinados objetivos y evitar ciertas experiencias.
En este sentido, la memoria emocional es aquello que da sentido a las emociones en sí, dado que permite que nuestro comportamiento se articule según lo que vamos aprendiendo acerca de las consecuencias de nuestras acciones y nuestra manera de exponernos a ciertos entornos o situaciones.
Sin memoria emocional, los seres humanos apenas contarían con referencias acerca de qué hacer, especialmente si se tiene en cuenta que la conducta depende mucho más de lo que se va aprendiendo que de los instintos.
Fuente: eltiempo.com